Como el objetivo de este blog es abordar algunos aspectos de la sostenibilidad (nos centraremos en circularidad y huella de carbono, pero no renunciaremos a otros aspectos como la huella hídrica, por ejemplo), arrancamos criticando el manido uso del término “sostenible”.
Independientemente de la actividad o del material del que tratemos, sus promotores siempre afirmarán que dicha actividad o dicho material son sostenibles. El hormigón es sostenible porque es durable, el acero porque es reciclable y la madera porque es renovable.
Frente a esta situación, podemos adoptar dos posturas, bien pensar que todos los materiales son sostenibles y estamos embarcados en un debate inútil, o bien que todos los materiales hacen “greenwashing” y que no podemos confiar en ningún fabricante. A mí, personalmente, ambas alternativas me resultan frustrantes.
Otro de los retos a los que nos enfrentamos como profesionales del sector es la utilización de mensajes simplistas para abordar una problemática realmente compleja. Afirmaciones del tipo “la madera es buena y el hormigón es malo” puede tener cierto sentido si nos dejamos llevar por los sentimientos y nos imaginamos la típica casa de campo en un idílico bosque junto a un lago; pero desde una perspectiva científica y técnica, esa afirmación carece de valor.
Si la solución a los problemas de circularidad a nivel mundial se limitara a sustituir un material por otro, no me explico qué están haciendo miles de expertos internacionales que trabajan a diario para reducir las emisiones de los edificios o para eliminar la generación de residuos de construcción y demolición. Sin embargo, estos debates continúan abiertos tanto a nivel científico-técnico como social, por lo que, afortunadamente, parece que los mensajes simplistas no están teniendo mayor recorrido que algún artículo publicitario en el suplemento dominical de periódicos generalistas.
Llegados a este punto, si esperáis que yo os dé una solución mágica, dejad de leer. Lo único que puedo aportar es una idea sencilla, que no simple, que espero que os ayude. En mi opinión, un error generalizado es centrarse en los materiales de construcción, cuando el foco debemos ponerlo en el producto final, ya sea un pavimento, un muro o un edificio. Y diréis, obvio. Pero si es tan evidente, ¿por qué no lo hacemos? Pues bien, yo creo que por pereza.
Los fabricantes de materiales y productos de construcción están poniendo en el mercado, cada vez en mayor cantidad, las declaraciones ambientales de sus productos (DAPs) con sus principales impactos asociados. Y es muy cómodo tomar la huella de carbono de diferentes materiales o productos a partir de sus DAPs y compararla. Aquel material con una huella de carbono menor, sencillamente es más sostenible.
¡¡¡Hacemos esta comparación y nos quedamos tan anchos!!! No seamos vagos.
¿Tiene sentido comparar un metro cúbico de hormigón con un metro cúbico de CLT o con una tonelada de acero? Más aún, ¿tiene sentido comparar una estructura de hormigón con una estructura de CLT o una estructura de acero? La respuesta es NO, PUESTO QUE NO SON FUNCIONALMENTE EQUIVALENTES en términos de durabilidad o en ámbitos tan sensibles como la resistencia al fuego o el aislamiento acústico.
Entonces, ¿qué debemos comparar? Pues elementos que cumplan la misma función. Lo más apropiado sería comparar dos edificios completos con la misma superficie, un mismo uso, en una misma zona climática y una misma vida útil, teniendo en cuenta su mantenimiento y su desmantelamiento o demolición. Pero este análisis es muy complejo, requiere experiencia, conocimiento y datos, lo que nos conduce la clasificación simplista del inicio, en la que unos materiales son buenos y otros son malos. FIN.
O no, porque, ¡qué curioso!, precisamente los materiales “malos”, liderados por oscuras fuerzas malévolas copan el 90% del mercado. Algo bueno tendrán, ¿no creéis?
Como he afirmado varias veces y repetiré a lo largo del blog, no todo es blanco o negro, no todo es hormigón o madera y no todo es huella de carbono.
Los materiales de construcción serán sostenibles en la medida en que nosotros, ingenieros y arquitectos, hagamos en nuestros diseños un uso eficiente y adecuado de los mismos. Eficiente en el sentido de que no utilicemos más material del estrictamente necesario y adecuado en el sentido de que utilicemos los materiales en aquellos elementos en los que sus prestaciones (mecánicas, térmicas, etc.) permitan maximizar su valor con el menor impacto asociado.
No os he engañado, este post era una reflexión generalista. Os esperamos en quince días para temas más específicos.
César Bartolomé Muñoz
Director de IECA Tecnología y Promoción